martes, 28 de octubre de 2008

Otros actores, Otro escenario


A diferencia de lo vivido meses atrás, con la ya histórica resolución 125, podemos advertir que no necesariamente volveremos a presenciar, los argentinos, un escenario de conflictividad política con el proyecto de ley de la estatización de las AFJP.
En este sentido, los editores, desde el laberinto y a oscuras trataremos de buscar las pocas lumbres que marquen las diferencias a las que hacemos mención y por las cuales justificamos que estas arenas ya no son las mismas.

En primera instancia, cabe señalar el rédito político que obtuvo el empresariado del agro producto de su acierto en materia comunicacional.

Mientras desde los sectores kirchneristas se desempolvaba tardíamente una explicación de cara a la sociedad plagada de números estadísticos y porcentajes relacionados con las exportaciones de soja transgenica para el consumo del ganado chino, a su vez, despojando de maleza su propio discurso de por si confuso; los viejos patrones y antiguas familias de la oligarquía, acompañados por el cálido respaldo de los medios masivos de desinformación y la predisposición de todo el arco opositor, tanto de las izquierdas burguesas como así también de las derechas mas recalcitrantes, los Miguens, los Biolcati y los Martínez de Hoz dieron en la tecla, promocionando a los cuatro vientos a la vedette política del momento, nada mas y nada menos que un gringo de campo, sin dientes, curtido de sol, con un habla campechana y carismático por demás: el señor Alfredo de Angeli.
He aquí el acierto de los asesores de prensa de los impulsores del lock-out patronal mas prolongado de la Historia Argentina.

Quienes saben de la materia, aseguran que en momentos de conflicto es menester e implacable a su vez, recurrir al sentimiento, a las fibras mas sensibles del sentido común, a esos latidos mansos que siempre permanecen en el inconsciente colectivo, silbando bajito.

“El campo, la patria, los hombres que hicieron grande al país, la bandera, la escarapela, el gaucho”.

Estas palabras, que meses atrás se volvieron moneda corriente de todos los días, justificaron de forma rotunda el apoyo al paro patronal. He aquí el pilar más sólido que motorizo y sostuvo el apoyo y acompañamiento de bastos sectores de la sociedad: el ser nacional.

Sin embargo, en este nuevo escenario que se nos presenta, el sujeto social o “el invento mediático” que sea emblema y estandarte de las AFJP es el gran ausente de la obra.

¿Usted se imagina al patriota que se rasgaba las vestiduras en la Plaza de Mayo por un diez por ciento más de retenciones móviles a las rentas extraordinarias? ¿Se imagina a las señoras de barrio norte de las cacerolas de teflón militando una causa que no sea la suya? ¿Puede imaginarse un tractorzazo en Entre Ríos solidarizándose con los timberos de las AFJP?

Aunque el gorilismo y el odio de clase estén cotizando más que las acciones de unos cuantos trasnochados, coincidimos con usted, es poco imaginable, no?

En contraposición a nuestras sensaciones compartidas, el monopolio multimediatico Clarín devenido en Partido Opositor por excelencia, esta haciendo lo imposible por volver a instalar este escenario aunque, raro por cierto, pues niegan con una necedad poco habitual las encuestas en las que suelen basar sus contenidos mediáticos desinformativos, las cuales sostienen que el 70% de la sociedad esta cansada del conflicto. En este caso, de las implicancias de un conflicto en si mismo, sin tomar partido por unos u otros, se demuestran hartos de situaciones engorrosas, por lo menos, hasta el año que viene, ya que por estos tiempos solo se interesan por la llegada de fin de año y sus destinos de veraneo.

En el ejercicio de seguir remarcando los factores que alteren al producto, el proyecto de ley que en estos días, el Ejecutivo envió al Congreso de La Nación, a diferencia de la 125, viene de un proceso de publico conocimiento como lo son desde mayo del 2003 a la fecha los 13 aumentos a las jubilaciones mínimas, la normalización del PAMI, la aceptación que el año pasado tuvo la iniciativa del paso al sistema de reparto y la aprobación por ambas cámaras de la movilidad jubilatoria.
Esta vez, este proyecto de ley viene acompañado de políticas de Estado incuestionables, y mas aun, en este mundo que hoy se resquebraja por la crisis de la especulación financiera, mientras el Imperio Norteamericano nacionaliza la banca, en estos pagos se protegen los intereses de los jubilados.


Nada esta dicho aun, pues aquí sigue la disputa por el modelo de país que queremos nosotros, los del sur del sur. “Hablando cuando le toca uno escucha y es oído” decía con gran sabiduría Don Alfredo Zitarrosa y este es nuestro momento de hablar, sin embargo, no es momento de cantar victoria todavía puesto que, por el momento, hay mas enigmas por descifrar en los laberintos de este peligro que florece.

lunes, 27 de octubre de 2008

Un simple juego de espejos

En los espejos, la magnitud que uno adquiere acerca de uno mismo es relativamente perfecta. O al menos, eso es lo que dicen los que dicen ser expertos en el tema.
Relativa, porque la imagen que proyectamos se encuentra inevitablemente condicionada a nuestro deseo de vernos, apreciarnos, despreciarnos, de tal u otra manera. Los espejos responden a lo que dicten nuestros ánimos, y no tan solo a lo que la mismísima percepción escupe sobre nuestros ojos. Esto, lo afirman los que dicen saber que saben.

Perfecta, porque la dimensión que tomamos de nuestros cuerpos es la mayoría de las veces semejante a la que los que nos conocen pueden tener de nosotros, y como antes dijimos a lo que nosotros mismos creemos ver.
Rápidamente podemos deducir; existen espejos leales (leales a uno mismo), espejos que deforman la realidad impunemente, espejos que adrede hacen de uno criaturas geométricamente horrendas, tenebrosas, y en el peor de los casos, podemos pensar que existen creaciones tan enfermas como los espejos ciegos, de esos que no ven ni se dejan ver.
¿Que sería de uno sin imagen?, debe estar imaginando más de uno de los que deben estar leyendo.
Ahora bien, lo que no podríamos afirmar bajo ningún punto de vista es que la política, praxis acabada de la especificidad humana, sea parte de la perversidad que el alma y la imaginación provocan cuando hemos de reflejarnos en un cristal inerte. La política vive en la medida de que los mortales abramos los ojos.
La clave aparece entonces, tan simple como el hecho de juntar los parpados y dejar correr la sangre que transporta aire a nuestro cerebro.
Permitámonos dudar de esta falsa premisa.
Las arenas en las que nos encontramos al desarrollar algún tipo de compromiso político, con las convicciones, las ideologías, las identidades, las necesidades o los oportunismos de por medio, no contemplan bajo ningún tipo de vista, el deseo que como individuos podemos tener a la hora de proyectar la imagen propia hacia el conjunto de los que ofician de receptores y/o beneficiarios de nuestras acciones.

Esto es, un principio básico de quien comprende la política como a un laberinto en el cual al elegir un camino nos podemos encontrar con un paraíso terrenal y al elegir otro, paredes de lodo y las babas del diablo. Un laberinto de pasajes inciertos, del que no se sale pero en el cual se elige entrar, como antes dijimos, por la motivación que a cada uno le quepa.
Retardamos el impulso de afirmar sobre la marcha, pero igualmente nos nace este sentir:
La política no admite, para el que la desarrolla en pleno conocimiento de sus facultades al menos, la posibilidad de aislarnos de la sociedad, sus conflictos, su historia, y claro está de todo aquel con quien compartimos la puesta en escena de lo que pensamos. Esto implica que algunos nos vean absolutamente al revés de cómo nosotros mismos nos vemos (que nosotros mismos veamos a esos algunos de igual forma), que otros crean conocernos por vernos de mas lejos o de mas cerca, y que la realidad se nos imponga ante cada paso que demos, como condición inherente de todo accionar.
Retomamos la pregunta hecha con anterioridad por más de uno y buscamos una respuesta adecuada, la cual podemos formular de esta manera; la imagen en política es a diferencia de lo que representa en y para los espejos, absolutamente defectuosa. Es decir, no importa nada de lo que creamos ver en nosotros mismos, ni lo que los demás vean y/o proyecten de nuestra humanidad. En política, y sobre todo en estas épocas, los espejos son ciegos para quien aprenda a ver, y los laberintos, como siempre, insondables para quien conozca la salida.
Supongamos, para finalizar, que colocamos en todas las paredes de nuestro laberinto espejos de todo tipo y tamaño. Correría peligro nuestra integridad psíquica, y por ende también la física. Nuestra imagen nos invadiría, constantemente, los demás nos verían pensando en ella, la verían, a ella, esa parte que uno esconde, esa parte que uno ostenta orgulloso, se reflejarían en ella, y ella en ellas, jugarían, se proyectarían, y en algún momento, se enceguecerían.

En política, tarde o temprano, todos sabemos quienes somos.
Intentemos una vez mas responder la pregunta inicial como los malos pensadores precoces que solemos ser:
El asunto entonces no es cerrar los ojos, ni muchos menos destruir espejos (la imagen se reproduce en mil demonios idos en odio). La clave está en abrirlos hasta el dolor y en conseguir ver, hacia adelante, con la seguridad que nos da la eterna convicción de luchar por todo un pueblo, el laberinto y su complejidad.
Siempre estarán, en cambio, los que ciegos de poder (o por la falta del mismo), recorrerán a tientas los caminos, en silencio, con el designio marcado de los que prefieren usar galera y andar descalzos, y finalmente, un buen día, morirán solos, con el dolor a cuestas de no haber conocido jamás el color de lo que se siente al ver reír a un niño.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La Misma Vieja Idea: Pensá y Salí


El relato de lo que vendrá, los designios de lo que aún no fue inventado, la incertidumbre que antecede a las verdades, las mentiras que superan realidades, el capullo.
Y la patria, aquel viejo peligro que todavía florece.

Nos hemos propuesto y encomendado, nos hemos decidido a (intentar) salir del laberinto. Ni saltando ni cavando, pensando : actuando.
La política, sus formas, sus fondos, esos incomprensibles pasillos, el humo, el esoterismo y las cruzadas, la promiscuidad, la verborragia, la falta de verbos, el poder, los gestos, los símbolos, la historia, sus impresentables, sus vedettes, la mística, los inimputables, los impunes, las arenas, los espejos, las alianzas, los compañeros, los camaradas, los correligionarios, los poquitos, los puerquitos, los bolcheviques, los cívicos, los incorruptibles, los incorregibles, la pasión, las sinfonías, los idiotas, las ideologías, las teorías, las teorías de las teorías, los siete infiernos, la justicia, las fracciones de las fracciones de las fracciones, el pueblo, los pueblos, la juventud, los nuevos, los viejos, la derrota, las victorias, las coyunturas, los conflictos, la utopía que amanece a lo lejos, una entrada sin salida (ayer nomas, las enredaderas voraces que hoy cubren el portal), el cronólogo maldito y los agoreros del no lugar, la no identidad, la nada misma y ahí... cerquita... luz tenue y un tango empedrado, en puntas de pie para poder verla o al menos imaginarla; la salida, el remedio de los brutos.
Alguien dijo: El laberinto es de arena y en la política de hoy, todo se firma sobre agua.

Estar, estar y Haciendo. Comprender la realidad y no pelearse con ella. Elegir no salir. Quedarse y transformar, transgredir y realizar. Son nuestras únicas motivaciones. El barro sobre el que todos bailamos, cantamos y morimos.

Hacedores de sueños, no inventamos el camino ni sabemos donde termina, solo relatamos el partido del domingo mientras la hinchada sigue afinando la garganta para la próxima fecha.

En usted queda, por el módico precio de un ratito, para el señor, la señora, para la dama y el caballero, para toda la familia, la oportunidad inigualable de Imaginar lo que vendrá.

Todavía, y más que nunca, se nos permite soñar.

El laberinto no solo encierra minotauros.